Siempre podrás elegir en lo que creer
Pero permítete ser tú quien tome la decisión
Creemos sentirnos libres; y lo hacemos porque pensamos que casi ―y sólo casi― somos los dueños de nuestro destino. Tomamos decisiones que nos llevan a pensar que nuestra vida es sólo nuestra. Y en función de nuestras creencias instaladas, pensamos que elegimos nuestra forma de vestir, una música que escuchar, una gente con la que compartir ―más bien con la que estar―. Pensamos que elegimos una forma de socializar y, desde esa percepción, nos contamos que creemos seriamente en ese protagonismo que supone el elegir una forma de vivir. Elegimos ―porque siempre podrás elegir lo que creer― y lo creemos; y lo hacemos sin darnos cuenta de esa enorme y limitante influencia que viene de nuestro exterior que nos ciega para que sólo reconozcamos esa envoltura que enmascara y encarcela nuestra verdadera libertad. Somos inducidos muy sutilmente, siempre y en todo momento, para adoptar «libremente» todas y cada una de esas decisiones. Eso es parte de la historia de la humanidad: el dominante ―sea este quien sea― «mostrando bondades» sobre el dominado para que este siga siéndolo sin cuestionar.
Y nos creemos felices, o al menos seguros, porque nos parece maravillosa nuestra regalada libertad, esa que aceptamos sin rechistar ni cuestionar porque ―desde «quien nos cuida y protege»― así se nos ha hecho creer que en este mundo, en esta vida, la felicidad es eso y que las dificultades que nos podamos encontrar, no son más que daños colaterales; un tributo a pagar por tanto como se nos da. Y eso es lo que hay. Y no hay más cuestión. Y ¿para qué ir más allá? Y, de este modo, pues es lo más cómodo, también decidimos olvidarnos de pensar.
Ya hace tiempo nos olvidamos de aquel «pensamiento crítico» y surgieron los fake news, estos que nos facilitan la vida y nos ahorran tiempo y esfuerzo a la hora de instalar pensamientos y creencias. Ya hay quién piensa por nosotros. Así pues, ¿para qué tienes que pensar si ya te lo dan pensado?
Pero si hay algo que tengo meridianamente claro es que si estás leyendo estas líneas, será «no por casualidad». Por todo ello, y te lo aseguro, nunca desde aquí se pretenderá convencerte de nada. Leerás hasta donde te parezca leer, y volverás por este lugar, siempre que te apetezca, si te apetece, y si algo de lo que aquí se muestra te lleve a ese «clic» que te haga, al menos, dudar. Y así pues, muy al contrario, te digo: no creas nada de lo que aquí te cuento. No tienes por qué hacerlo y así te ruego que no lo hagas; al menos hasta que no seas tú quien verifiques debidamente la información que desde aquí te ofrezco; una información que forma parte de mi verdad, pero sólo de la mía, y que sólo en el momento que tú decidas, un trocito de ella podría pasar a formar, quizás, parte de la tuya.

Tal vez aún no lo sepas, pero tu vida es una vida de aprendizaje sin fin, y ello en tus manos está. Y dependiendo de hacia donde te inclines, posiblemente, se abran tantas alternativas como realidades necesites crear.
En algunas de ellas, muy posible y tristemente, no seas feliz ―o tal vez sí; cuestiónalo―. Pero la buena noticia es que, también posiblemente, este hecho no lo sepas nunca. Vivirás el tiempo que te corresponda, el que te sea necesario, pensando en que esa es la vida que tienes que vivir, la que te ha tocado en suerte, es la que te conviene, entre otras cosas, porque «quien te cuida», así te lo ha hecho creer. Y, al parecer, no hay más. Y estará bien.
Y también puedes dudar, lanzarte a cuestionar. Puedes ponerte a buscar, a conocer y a reconocer. Y tal vez algo de todo lo que encuentres quede en ti. No será fácil. Nadie te garantiza alcanzar lo que ahora buscas. No hay garantías de alcanzar esa felicidad, y tal vez porque, si alguna vez la encuentras, ya no sea esa la felicidad que ahora añoras. Pero la buena noticia es que, tal vez, despertarás. Y entonces, desde ese despertar, la verdad, tu verdad, tal vez, te hará algo más libre. Y esto, también, en tus manos está.
Pero sí. Yo elegí, como elegirás tú. Tarde o temprano todos elegimos. No hay opción. Sólo asegúrate de que esa elección sea verdaderamente tuya; tu elección.
No temas, siempre estará a tu alcance el utilizar tu «libre albedrío» ―el mismo que al fin y por fin, un día desaparecerá―; «libre albedrío» disponible al menos mientras tengas cosas que aprender y trascender ―que te aseguro, muchas serán―. Nadie te podrá robar tu derecho a caerte y levantarte; como nadie te podrá quitar tu razón para volver a empezar.
Te equivocarás una y otra vez. Prueba y error. Es la manera tal vez no fácil y, además, sin marcha atrás. Y estará bien. Pero serás tú quien deba elegir. Tu camino es una senda de aprendizaje que deberás diseñar siempre tú. Y la vida, no lo olvides, siempre se ocupa.
¿Te abres a la posibilidad?

inteligenciaemocional@pedroatienza.es
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