No se preocupen porque en algún momento la mente rechace una información nueva. Eso es absolutamente normal, eso no tiene ningún problema. Poco a poco vamos a ir verificando realidades a través de la experiencia personal y les pido que no me crean nada, porque si me llegan a creer se llenarán de más creencias. Solamente verifiquen el orden del Universo a través de sus acciones y de los resultados que obtiene con ellas. Entonces sabrán de qué estamos hablando.

Gerardo Schmedilng (1946-2004

Desde el principio de los tiempos, el hombre ha mirado con insistencia al Cielo buscando la Gran Verdad. Toda la existencia humana, durante cientos de miles de años, se ha sustentado bajo los secretos del Sol, de los planetas, estrellas; bajo el sustento y protección, en fin, del tan inmenso como desconocido Universo. Y tal vez, sólo tal vez, la humanidad no haya estado muy desencaminada en cuanto al camino a seguir.

Apenas dentro de un par de meses, cumpliré 63 años, y durante una gran parte de ellos me he estado preguntando por qué no he sido capaz de alcanzar mi ansiada paz.

Al igual que el hombre más primitivo, durante más de cuarenta años he estado mirando al Cielo esperando esas respuestas que tanto he ansiado. En ocasiones las he visto cercanas, pero no han sido duraderas en el tiempo. No he conseguido más que atisbar a modo de fugaces momentos, los cuales desaparecían casi en el mismo instante, lo que he creído que se acercaba a la verdad, mi verdad.

Esa «desazón existencial», —y sólo a modo de breve apunte biográfico— me llevó, hace ya unos doce años, a encaminar mi búsqueda desde el estudio de la Inteligencia Emocional de la mano de mi estimado Javier Mañero en su escuela de Madrid. Y como Dios no juega a los dados con el Universo 1, fue allí, en uno de aquellos retiros —en aquel fin de semana en Los Peñascales— donde el Cielo quiso que conociera —más bien que me reencontrara con quién ya viví— con quien me inicié en mi profunda reflexión sobre una nueva visión tanto de todo lo que existe, como de lo que no; tanto de lo efímero como de lo eterno; y así comencé una andadura —que llega a fecha de hoy— junto a mi más que maestra: Betty Merino, fundadora de MCE Escuela para el Desarrollo Personal y Transpersonal, y que me ha llevado a adentrarme en el estudio de los misterios de ese Universo Transpersonal que desde niño, y casi sin saberlo, venía contemplando.

Sobre esta Bitácora

Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas

Mario Benedetti (1920-2009)

En algunos de los últimos libros que he leído, he observado la autoridad con que los autores aseguraban a los expectantes lectores, las maravillas de sus obras y cómo estas podrían cambiar sus vidas de manera drástica y total. Y ojalá un servidor pudiera hacer lo mismo al hablar de esta bitácora pero, con todo mi pesar, no lo puedo hacer pues sería una gran mentira tal afirmación.

Esta bitácora no podría definirse nunca como un tutorial hacia la felicidad, sino que en todo caso, más que algún tipo de manual sería, realmente, un apunte hacia un camino a transitar.

Esta bitácora no obedece a ninguna religión, a ninguna filosofía ni a ningún credo y de toda esa sabiduría intentará beber pues la verdad ya está escrita y sólo con una disposición de alma abierta, podremos intuir por dónde empezar.

Alcanzar la paz no es cosa fácil porque, entre otras cosas, estamos cargados de creencias, de estereotipos, que nos dicen e indican cómo y cuándo se ha alcanzado la felicidad. Y la felicidad —no siendo otra cosa que alcanzar la paz— no depende de cosas externas. La paz no está lejos, creo que será cuestión de aprender dónde empezar a buscar.

La felicidad no la tendremos cuando tengamos ese coche, esa casa, ese trabajo, esa pareja maravillosa que nos llevará a alcanzar el cielo soñado. La felicidad, la paz, la alcanzaremos cuando, tras una larga travesía por el desierto 2, la encontramos en lo profundo de nuestro ser.

No estamos aquí por casualidad

Estamos aquí y ahora, en este lugar donde no existe el tiempo ni el espacio, porque tenemos un cometido. Venimos a aprender, venimos a crecer y, tal vez, sobre todo, venimos a servir; y todo con el fin de elevar nuestro Nivel de Conciencia y, a poder ser, elevar el Nivel de Conciencia de quienes nos rodean para así hacerlo a un tiempo con el resto de la humanidad.

Dicho esto digo, y lo he afirmado muchas veces: humildemente, no tengo demasiadas certezas ni muchas respuestas y sí muchas preguntas esperando a poderlas contestar.

Una vez, oí en algún lugar, una frase que venía a decir: no te de dejes guiar a ningún sitio por alguien que nunca estuvo allí. Y no seré yo quien pretenda marcar ninguna senda. Pero si tú lector eres curioso buscador y abierto a ahondar en posibles nuevos paradigmas, siempre serás bien recibido en esta casa.

Las puertas siempre estarán abiertas.

Tal vez sólo una petición haría al lector de esta bitácora, y esta sería: sólo por un momento, abra su mente y pregúntese «¿y si algo de todo esto de lo que aquí hablamos fuera verdad?»